martes, 5 de enero de 2010

Hiperbórea (II Parte)

Howard Phillips Lovecraft, escritor estadounidense, autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción, es conocido por su literatura fantástica, sus referencias a los dioses primigenios y sus ideas claramente racistas. Fue un gran conocedor de los antiguos imperios y de la civilización sumeria, en la que fundamentaría muchas de sus enigmáticas novelas. Conocedor del pasado hiperbóreo de las civilizaciones, Lovecraft se refiere a la raza teutona como descendiente de los antiguos dioses: “El teutón es la cima de la evolución. Al rastrear la trayectoria del teutón a lo largo de la historia medieval y moderna, no encontramos excusa posible para negar su real supremacía biológica. (…) Sus innatas habilidades raciales le han llevado a la preeminencia. No hay rama de la civilización que no sea obra suya. (…) En los países cuya población es principalmente teutónica, contemplamos una prueba sorprendente de las cualidades de la raza: Inglaterra y Alemania son los supremos imperios del mundo. La historia de Estados Unidos es una larga alabanza del teutón y seguirá siéndolo si logra atajar a tiempo la inmigración degenerada y preservar el carácter primitivo de la población. (…) Los ingleses y los alemanes son hermanos de sangre, descendientes de los mismos duros antepasados adoradores de Wotan (Odín)…” 


Un desastre de enormes proporciones, acompañado de terribles tsunamis, habría destruido la morada de los dioses. El hecho es recogido en las tablillas sumerias: “Aquel día remoto, aquella noche remota, aquel año, aquel año remoto… Cuando ocurrió el Diluvio”. Atrahasis, protagonista de la epopeya babilónica del Diluvio, relató aquellos acontecimientos. Los dioses habrían huido y sus descendientes se habrían dispersado por la tierra, pero su huella reaparecería inmediatamente después de la catástrofe. Hay rasgos comunes en civilizaciones prácticamente contemporáneas a la sumeria, situada en las tierras regadas por los ríos Tigris y el Éufrates, tales como la egipcia, en las orillas del Nilo, la cultura de Mohenjo Daro, en el valle del Indo y otras muchas por todo el mundo, como Tiahuanaco en los Andes.

Los mitos y leyendas de la antigüedad recuerdan a una antigua tierra mágica, origen de la humanidad, y que podemos identificar como la antigua civilización de Hiperbórea, supuesta patria original de los arios. En el Tíbet, antes de ser invadido por los chinos, eran guardados en los templos una serie de viejos manuscritos que se referían a ese pasado remoto. Los arios de la India nos dicen que el continente Ártico, hace milenios, era un lugar de clima templado y con una naturaleza exuberante. Y afirmaban que Hiperbórea, tierra mágica liberada del tiempo, fue creada por una raza superior: los hiperbóreos (recomendamos leer los artículos sobre “La Tierra, ¿es hueca y alberga un reino subterráneo?”). 

Según la mitología, su civilización participaba del conocimiento trascendente y la habían creado “dioses” venidos de las estrellas. Se les llamaba “ariyas”, de donde proviene la palabra “ario”, que significa “iluminado”. El origen de Hiperbórea se genera en tiempos remotos, cuando se dice que en el cielo hubo una confrontación entre Jehová y las huestes de Lucifer. A consecuencia de esta confrontación el espíritu quedó encadenado a la materia, creándose un linaje de “semidioses”. Estos seres se hallarán desde entonces entre dos mundos y en medio de una terrible confrontación cósmica. Tratando de ayudar a sus hijos semidivinos, los Dioses crean Hiperbórea, un territorio desde el que intentan liberarlos de las cadenas de la materia.

Estos mismos mitos explican que Hiperbórea estaba situada más allá del océano boreal y aislada del resto del mundo por una muralla mágica de hielo. En otras versiones la muralla mágica era de piedra, similar a las construcciones ciclópeas del mundo antiguo. Gracias a esta separación, se decía que la pureza racial no estaba amenazada y podían vivir en perfecta armonía. Cuando los dioses hiperbóreos partieron nuevamente más allá de las estrellas, dejaron en la tierra un objeto sagrado: el Grial. Este objeto, que se dice es la esmeralda de la corona de Lucifer, tiene la virtud de permitir a los espíritus caídos mantener el vínculo con el mundo de los dioses. 

Tras un enorme cataclismo planetario, Hiperbórea desapareció y la eterna primavera ártica dio paso a un clima gélido e inhabitable, por lo que los sobrevivientes tuvieron que emigrar hacia el sur, hacia Escandinavia. Pero algunos arios emigraron hacia Asia, fundando la legendaria civilización del Gobi. Los innumerables restos de fauna congelada en las islas árticas, hoy inhabitables, como la isla de Vrangel, al norte de Siberia, en pleno Océano Ártico, así como los yacimientos de carbón de las islas árticas como Spitsberg, en Noruega, son la demostración de que en otro tiempo aquellas tierras polares, hoy inhabitables, fueron lugares de naturaleza exuberante. De esta manera, la patria original de los arios fue sepultada por los hielos polares. 

El escritor chileno Miguel Serrano Fernández, simpatizante del nazismo, estudió el origen de los arios, llegando a la conclusión de que el Génesis bíblico en realidad es un relato atlante. Según afirma, la mitología griega se refiere al origen del hombre explicando que “al principio, un hombre surgió de la tierra. Se llamaba Evénor y desposó a Leucippe. Tuvieron una hija, Clito. De ella se enamoró Poseidón”. Poseidón, como representante de una raza divina, habría cohabitado con las “hijas de los hombres”. De esta forma se engendraron los héroes semidivinos de la mitología: “En verdad, los dioses griegos son los héroes y reyes semi-divinos de la Atlántida- Hiperbórea. Poseidón y Clito dan a luz las cinco parejas de gemelos de los diez reyes de la Atlántida. Los Dioscuros, Castor y Pollux son una de estas parejas. También lo sería Jasón. Por lo menos es un rey del Grial, como Hércules”. Serrano llega a la conclusión de que existen varias humanidades: La humanidad divina de los hiperbóreos, la semidivina de los héroes descendientes de los cruzamientos de “dioses” con humanos y la de los humanos.

Platón al tratar sobre la destrucción de la Atlántida, posiblemente se refería a una catástrofe acaecida con mucha posterioridad a la inmensa tragedia que afectó a Hiperbórea, en que parece ser que los divinos hiperbóreos se salvaron viajando temporalmente a otros planetas, tal vez Venus, Marte o Luna , en sus vimanas o “discos volantes”. Cuando, al cabo de mucho tiempo, los “dioses”, entre ellos Lucifer, regresan, lo encuentran todo cambiado. En la superficie terrestre había nuevos seres y, según las leyendas, los ”dioses” se cruzaron con los “hijos de la tierra”, transfiriéndoles “la esencia o fuego de los dioses”, tal como se explica sobre Prometeo. En la mitología griega, Prometeo es un Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una planta y darlo a los humanos para su uso, por lo que fue castigado.

Se dice que Lucifer y sus huestes se adentraron en las cavernas de la Tierra Hueca, donde fundaron el Reino de Agartha. Al igual que el “Libro de Enoc” y el “Mahabharata”, también los Edda, colecciones de historias relacionadas con la mitología nórdica, explican estos mismos hechos. En los Edda, aunque se dice que los habitantes originales de Cielo eran los Ases, ellos no eran las únicas divinidades que las razas nórdicas veneraban, pues también reconocían el poder de los dioses del mar y del viento, los Vanes. Son los ángeles del “Libro de Enoc” que enseñan a los hombres la ciencia, el arte y la civilización. Los escritos antiguos nos hablan de un conflicto bélico legendario entre parientes de la misma sangre, los Ases y los Vanes, que son los Pandavas y los Koravas en el Mahabharata. 

Los Ases provienen del monte Elbruz, en el Cáucaso, y son guiados por Odín-Wotan con su hacha mágica. Los Vanes se hallan al norte. Atlas sería un Vanes. De la unión de Ases y Vanes vendrían los germanos que se dice guardan en su sangre la memoria de los ancestros hiperbóreos. Aquí puede verse una cierta influencia en las teorías nazis. Eurípides se refería a Hiperbórea como el “País del Ámbar”, que es la región situada al norte, de donde provendrían los arios. Y según Miguel Serrano, los Tuathas de Dannan de la leyenda irlandesa, son los mismos que los germanos identifican como los Ases, que se supone eran extraterrestres descendidos de los astros. 

En el “Libro de Enoc” aparece el relato en el cual Lamec, padre de Noé afirma: “He tenido un hijo diferente a los demás; no es como los hombres, sino que parece un hijo de los ángeles del cielo”. Robert Charroux, escritor francés de realismo fantástico, indica la posibilidad de que Noé fuera un hiperbóreo, ya que su padre lo describe con “la carne blanca como la nieve y roja como la flor de la rosa, y su cabellera blanca como la lana; sus ojos eran hermosos…”. Y efectivamente, ése es el aspecto con que se describía a los antiguos hiperbóreos. Según Charroux, hay que tener en cuanta que los nórdicos sitúan la patria de los hiperbóreos y su capital, Thule, en el extremo septentrional donde, se cree, debieron aterrizar los primeros seres llegados de las estrellas. Estos hiperbóreos fueron el origen de una raza “divina” que se hundió con su continente cuando se produjo un gran cataclismo. 



Se considera la esvástica como un signo típicamente ario, con simbología solar. Los arios dibujaron la esvástica allá por donde pasaron en su marcha a través del mundo, tal como puede verse en India o Troya. De esta forma, los arios, en tanto que se alejaban de su lugar de origen, iban llevando su civilización a las diversas partes del mundo, instalándose, levantando imperios. y cruzándose con otras razas humanas. Los primeros arios que se salvaron de la catástrofe, tras la desaparición de la Hiperbórea polar, emigraron con la esvástica dextrógira, en dirección al Gobi, en el Asia Central, en aquella época tierra verde y de grandes bosques, en donde fundaron una gran civilización, cuyos restos aún podrían encontrarse bajo las arenas de los desiertos del Asia central. Esta civilización también desapareció. Y según Miguel Serrano parece que pudo ser debido a una explosión atómica, que produjo el actual desierto de Gobi. 

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