lunes, 3 de mayo de 2010

El Arte de la Memoria

Por Lluïsa Vert 
Gracias a un magnífico estudio elaborado por Francés Yates se despertó en nuestros días el interés sobre un arte olvi­dado que consistía precisamente en recordar. Se trata del Arte de la memoria; unas palabras evocadoras que eng­loban un conjunto de sistemas mnemotécnicos que desde muy antiguo han servido para ordenar la memoria. Su origen se sitúa en la aparición de un tra­tado titulado Ad Herennium, que un desconocido maestro compiló unos cien años antes de nuestra era.



Durante la Edad Media, los grandes Padres de la Iglesia, como san Agustín o san Alberto Magno utilizaron este Arte como un instrumento al servicio de la retórica. Su técnica consistía en imprimir en la memoria una serie de loci o lugares imaginarios en los que se deposita­ban las ideas a recordar, representadas por imágenes mitológicas o emblemáticas. El orador, desplazándose mentalmente a través de todos estos loci, iba extrayendo de ellos las imágenes que le servían como inspiradoras de las ideas que quería expresar. De aquí a utilizarlo como un sistema mágico destinado a despertar el recuerdo primordial enterrado en el hombre, sólo había un paso que fue dado por los sabios renacentistas.
Sin embargo, antes que los humanistas del Renacimiento, fue Ramon Llull quien unió las dos corrientes clásicas del pensamiento: la plató­nica y la hebraica en su Arte Combinatoria que se basaba en la meditación y combinación de las Dignidades divinas. Al situar dichas Dignidades en los lugares representados dentro de los círculos móviles de sus esquemas combinatorios, Llull fue el primero en convertir el Arte de la Memoria en un medio de conocimiento metafísico, alejado del sistema puramente retórico conocido hasta entonces y que sólo se utilizaba para memorizar.
Durante el Renacimiento, el Arte de la Memoria alcanzó un gran esplendor convirtiéndose entonces en un arte hermético o mágico utilizado por los grandes sabios y artistas del Renacimiento. Todavía hoy se pueden admirar en algunos palacios de la época, hermosas habitaciones decoradas con alegorías mitológi­cas que responden a sistemas mnemotécnicos.
Mediante el Arte de la memoria se pretendía penetrar en los misterios mágicos y cabalísticos que preocupaban a aquellos sabios, de modo que a partir de unas alegorías o emblemas hechos a imagen del mundo celeste, se quería despertar la memoria profunda dormida en el interior de cada ser humano, memoria de su auténtico origen y destino final. Para la filosofía renacentista que bebió tanto de los escritos herméticos como de la cábala hebraica el recuerdo tenía mucho que ver con el despertar del hombre interior, el único destinado a la regeneración.

Intentaremos buscar el contenido hermético del Arte de la Memoria a través de los ejemplos de dos grandes personajes renacentistas que lo utilizaron Giulio Camillo y Giordano Bruno.


BIBLIOGRAFÍA
  Camillo, Giulio, La idea del teatro, edición de Lina Bolzoni, Siruela, Madrid, 2006.
  Cattiaux, Louis, El Mensaje Reencontrado, Herder, Barcelona, 2011.
  Ficino, Marsilio, De amore, Tecnos, Madrid, 1994.
  Foix, François de, Le Pimandre de Mercure Trismegiste, Burdeos, Millanges, 1579.
  Giorgio, Franciscus, L’Harmonie du monde, trad. G. Le Fèbre de la Boderie, París, J. Macé, 1578. Ed. facs.: Neuolly-Siena, Arma Artís, 1978.
  Hooghvorst, Emmanuel d’, El hilo de Penélope I, Arola, Tarragona, 1999.
  Reuchlin, Johannes, La Kabbale (De Arte Cabalística), ed. F. Secret, Aubier Montaigne, París, 1973.
  Ruon, H. Oeuvres de Synesius, Hachette, París, 1878.
  Sefer haZohar, ed. Yehuda Ashlag, Jerusalén, 1945-1958.
  Vasoli, Cesare, “L’ermetismo a Venezia. Da Francesco Giorgio Veneto ad Agostino Steuco” in Magia, Alchimia, Scienza dal ‘400 al ‘700. L’influsso di Ermete Trismegisto. (A cura di Carlos Gilly y Cis Van Heertum), Florencia, Centro Di, 2002, vol. I.

Yates, Francis, El arte de la memoria, Siruela, Madrid, 2005.

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