A esta catástrofe, que afectó a varías
regiones de la Tierra, podría referirse la conocida historia bíblica de la
mujer de Lot y su conversión en estatua de sal. De aquella antigua migración
aria en Asia aún perduran leyendas y conocimientos secretos en los templos del
Tíbet, ahora bajo ocupación china. Los arios que más cerca permanecieron de su
patria original fueron aquellos que se establecieron en Escandinavia. Esta
patria nórdica posterior a la pérdida de Hiperbórea, Escandinavia, será el
origen de las últimas migraciones de arios hacia regiones más meridionales de
Europa y Próximo Oriente. Así, desde Escandinavia, migrarán los descendientes
de los arios que crearían Troya y, posteriormente, el Imperio de Roma.
Todo parece indicar que los fundadores de las civilizaciones del Asia eran
gente de raza aria. Un ejemplo es Irán (“Arián”), que toma su nombre de sus
antiguos conquistadores originales. Hasta 1979, el Shah era el “Señor de los Arios”.
No es necesario aclarar el origen de la civilización de la India, la cual es
fundada y civilizada por los arios provenientes del norte. También se sabe que
hacia el Siglo I d.C, el noroeste de China era habitado por gente de raza
blanca o “caucásica” que hablaba un idioma llamado tochario. A principios del
siglo XX, arqueólogos alemanes y franceses que excavaron en las provincias del
noroeste chino descubrieron los grandes parecidos entre esta lengua
supuestamente aislada y los idiomas germánicos y celtas.
Recientes excavaciones en la provincia de Xinjiang han descubierto cuerpos
momificados de gente que vivió allí hace más de 2400 años. Los cuerpos habían
sido preservados increíblemente bien y los arqueólogos apenas podían creer lo
que veían: Las momias tenían narices largas, cráneos típicos de la raza blanca,
pelo rubio o rojizo, labios finos y otros rasgos claramente arios. Una momia de
una joven adolescente de pelo rubio se ha convertido en una atracción para
turistas. Aparentemente era una princesa de hace unos 3.000 años, ya que fue
envuelta en ropas bordadas de lana y cuero junto con bellas joyas, jarros y
ornamentos de oro, plata y jade. El Dr. Víctor H. Mair, de la Universidad de
Pensilvania, dijo: “Debido a que los cuerpos encontrados son sin duda de la
familia indoeuropea y porque datan de un periodo lo suficientemente antiguo
como para tener relación con la expansión de los indoeuropeos desde su lugar de
origen, jugarán un papel crucial en la determinación del lugar de
origen”.
Hacia el año 1167 de nuestra era, nace de la tribu de los Kiyad un niño que
será llamado Temujin (”El acero más fino“), en el ámbito geográfico por donde
discurre el río Onon, al nordeste de Ulaan Baatar, actual capital de Mongolia,
situada al norte de China. Su tribu provenía de una unión entre turcos e
iranios y, en contra de lo que pueda parecer, no eran parientes de los chinos,
sus ancestrales enemigos. Temujin tenía el pelo rojizo, tez blanca, de raza
blanca y ojos verdes. En 1206, tras años de duras y sangrientas batallas
fraticidas, Temujin y sus hombres salieron victoriosos. El siglo XIII había
hecho acto de presencia y era el momento propicio para que todos asumieran los
designios de un gran Khan. De esta forma, en 1206 fue convocada la “kurultai” o
asamblea de notables mongoles. En ella abandonó su nombre Temujin para asumir
el de Gengis Khan, fundador del imperio más extenso de la historia. Los nazis,
conocedores de que Gengis Khan utilizaba una esvástica en su sello creían que
sus élites no eran de raza mongólica sino descendientes de antiguos atlantes
arios.
Todo esto nos indicaría la presencia de la raza blanca en número importante
hasta en el extremo oriental de Asia. Los ainu (palabra que significa “humano”
en el idioma ainu) o ainos son un grupo étnico indígena en Hokkaidō y el norte
de Honshu, en la parte septentrional de Japón, así como en las islas Kuriles y
la mitad meridional de la isla de Sajalín en Rusia. Son también conocidos como
Ezo o Yezo en japonés antiguo, y como Utari (palabra que significa “camarada”
en idioma ainu) que es como hoy en día son llamados. En la actualidad, hay unos
15.000 japoneses de esta etnia. De orígenes muy antiguos, a los ainus se les ha
atribuido ancestros de tipo caucásico o australoide. Los ainos habitaban las actuales
islas del Japón antes que los de raza mongólica. De hecho, en la raza del Japón
actual, aún pueden apreciarse rasgos raciales que indican algún mestizaje con
esta raza blanca.
Según Charroux, los “gigantes” hiperbóreos tendrían actualmente una
descendencia en los “sumotori”, luchadores de sumo, que en el Japón son
personajes sumamente populares, situados en la jerarquía inmediatamente después
de los dioses y el emperador. Los aínos son blancos caucasianos, que habrían
emigrado a través de Siberia. Su dios “Kamu” englobaba el sol, el viento, el
océano y el oso. Estos montañeses, contrariamente a los de origen mongólico,
eran velludos, fuertes y de piel sonrosada, bebedores de alcohol caliente y
formidables luchadores. Los demás japoneses, de tez cobriza, serían originarios
de las islas polinesias, de Malasia y del sur de China. En su proceso de
decadencia, los aínos habrían sido derrotados.
Todavía hoy en día, podemos ver esculpidos rostros de origen ario en lugares
tan remotos como las estatuas megalíticas de la isla de Pascua o en las ruinas
de Zimbawe, en África, construcciones de piedra que fueron edificadas por
culturas de las que ya se ha perdido la memoria. En Norteamérica, hallamos
también numerosos restos de la presencia de arios, como entre los indios
Mandan, en Missouri, los megalitos de estilo celta y torres redondas en Nueva
Inglaterra, las ruinas vikingas en Newfoundland, las inscripciones rúnicas en
Dighton Rock, Conecticut y en Minesotta. En todo el área de Centro y
Sudamérica, hallamos leyendas referentes a “dioses blancos”, leyendas basadas
en hechos históricos reales. Y es que la presencia de hombres de raza blanca en
América con anterioridad a la llegada de los españoles está documentada en las
mismas crónicas de los conquistadores españoles, quienes se encontraron con
individuos y pueblos enteros de raza blanca, y es aún observable en diversas
regiones indígenas, como por ejemplo, en la región andina peruana de
Chachapoyas.
En esta región montañosa situada en las fuentes del Amazonas, a más de 2.000
metros de altitud sobre el nivel del mar, libre ya de los terribles calores y
mosquitos tropicales y en un ambiente fresco y verde, en la actualidad existen
aún lo que se conocen como “gringoitos”,personas de rasgos europeos y cabellos
rubios, que no provienen de colonos europeos, sino que su presencia en la
región está documentada como anterior a la conquista española. Ya los
conquistadores españoles hicieron mención en sus crónicas a estos blancos de
Chachapoyas, y especialmente a la belleza de sus mujeres. En una crónica se
cita el nacimiento de un niño al que los chachapoyas consideraban como hijo de
los dioses, por ser tan rubio y tan blanco que aun era difícil encontrarlos así
en la misma Europa. El cronista Cieza de León recoge algunas notas pintorescas
sobre los chachapoyas: “Son los más blancos y agraciados de todos cuantos yo he
visto en las Indias que he andado, y sus mujeres fueron tan hermosas que por
serlo, y por su gentileza muchas de ellas merecieron ser de los incas y ser
llevadas a los templos del sol [...] andan vestidas ellas y sus maridos con
ropas de lana y por las cabezas solían ponerse llautos, que son señal que traen
para ser conocidas en todas partes“
Los españoles que conquistan América definen a los chachapoyas blancos, rubios
y de elevada estatura, por lo general, un palmo más que los mismos españoles.
Los chachapoyas blancos recordaban la memoria de que sus antepasados provenían
del Este, donde está la región selvática del Amazonas y más allá el Atlántico.
Entre las representaciones que han quedado escritas en diversos edificios,
podemos ver dibujos y figuras representaciones de barcos de grandes
proporciones, lo que nos da a entender que los primeros chachapoyas, bien
podían haber llegado desde Europa a América vía marítima. Siguiendo las
corrientes oceánicas, desde el oeste de África habrían llegado hasta las costas
de Sudamérica, para, remontando el curso del río Amazonas en barco, finalmente
instalarse en las más frescas regiones andinas, evitando el calor
tropical.
Los chachapoyas eran unos guerreros muy temidos. Utilizaban hondas como arma y
eran maestros en el arte de la trepanación del cráneo, para aliviar la presión
craneal, al igual que los celtas. También coinciden con los celtas en que coleccionaban
cabezas cortadas de sus enemigos. Construían casas de piedra redondas, con un
diámetro de entre 7 y 9 metros, casas idénticas a las celtas. Todavía hoy
pueden verse las ruinas de las murallas de su imperio, muros enormes en
elevaciones montañosas que recuerdan fortalezas europeas. Unas esculturas de
rasgos indoeuropeos, halladas entre barrancos en las montañas, son muy
similares a las que encontramos más hacia el oeste, en el Océano Pacífico, en
la isla de Pascua.
Cuando el conquistador español Orellana, remontando el río Amazonas, llegó a
las inmediaciones de la actual Manaos, los indios de la región le hablaban de
unos hombres blancos, altos y rubios que vivían en ciudades más allá de la
selva y que guardaban inmensos tesoros. Más adelante, los conquistadores
españoles, se encontraron con una delegación de unos hombres blancos rubios y
altos, bien vestidos y de formas educadas, quienes preguntaron a los españoles
sobre la intención que tenían. Los españoles les dijeron que buscaban convertir
la región al cristianismo y someterles a la corona de Castilla. Se despidieron
y nunca más volvieron a encontrarlos. ¿Podían haber sido unos enviados
chachapoyas, o tal vez de algún otro centro poblado por blancos?. ¿Cuál es el
origen de los primeros chachapoyas blancos que llegaron a América mucho antes
de la llegada de los españoles?. ¿Qué hacían en aquella región?.
Si nos centramos en los actuales descendientes de los Chachapoyas blancos,
vemos cómo entre ellos predominan aún rasgos raciales nórdicos, cabellos
rubios, ojos claros, piel blanca rosada o pecosa, pese a que el mestizaje
amerindio se halle muy introducido. Si bien, ateniéndonos a la historia
oficial, nos puede parecer un misterio, esto nos demuestra que América fue
conocida y habitada de muy antiguo por pueblos arios, quienes, tal vez, fueron
los descendientes de los “dioses blancos” creadores de los antiguos imperios.
Séis siglos antes de Cristo, surge en el norte ario de la India el budismo.
Según diversos estudiosos, Buda fue un “iluminado”, un “ariya” que respondía al
nombre de Siddharta, un hombre de raza aria que se mantuvo fiel al código de
honor y lealtad de los antiguos hiperbóreos que antaño habitaban Thule, y que
vino a denunciar la creciente degeneración del brahmanismo de su época.
El barón Julius Évola, esoterista, ideólogo de la derecha italiana e
investigador del budismo, nos dice que, en su forma original, el budismo es de
espíritu puramente ario y proporciona una visión anterior a la humanidad
actual. Como vemos, es indiscutible que la ideología nazi tiene su origen,
además de en los antiguos mitos y relatos nórdicos, en las lejanas tierras del
Asia, donde se hallan numerosas representaciones de esvásticas desde hace miles
de años, y en las civilizaciones mágicas de la antigüedad. Es más, según la
interesada interpretación nazi del budismo, éste propondría una clara división
entre los arios (“iluminados”) y las otras razas, incapaces por sí mismas de
alcanzar la verdadera sabiduría y el conocimiento.
En el corazón del Asia, hallamos las montañas más altas del mundo y una inmensa
meseta, el Tíbet, situada a una media de más de cuatro mil metros de altitud
sobre el nivel del mar. La guerra mágica que movió los hilos de la historia
hizo que las relaciones entre la Alemania nazi y el Tíbet fueran más allá de la
mera rutina diplomática. Durante el Tercer Reich, Alemania mantuvo en el Tíbet
diversos delegados y observadores y la celebrada expedición SS de 1938-1939
realizó multitud de estudios sobre las más diversas cuestiones. Himmler trataba
de verificar la hipótesis de que tras el hundimiento de la Atlántida, el Tíbet
fue habitado por atlantes blancos y que en ese lugar del mundo aún es guardado
el conocimiento de los antiguos y las entradas a su “reino subterráneo”.
En el Tíbet se conserva el mito ario que habla de reinos ocultos,
principalmente subterráneos, conocidos como Agartha o Shambhala. Existen
tradiciones que afirman que Shambhala sería la capital del Reino de Agartha de
la misma manera que Thule es la capital de Hiperbórea. Sir Edward
Bulwer-Lytton, diplomático y miembro de la sociedad secreta Golden Dawn,
escribió en 1871 una novela titulada “La raza futura”. En esta obra se narra la
aventura de un pueblo (los Vril-ya) que emerge del reino subterráneo, en el
cual se había exiliado tras un cataclismo en la superficie de la tierra, y que
dispone de una fuente de energía denominada vril. En dicha novela también se
menciona la guerra entre razas y se considera a los habitantes de ese mundo
subterráneo como descendientes de los arios originales.
Según esta tradición extendida por toda Asia, este pueblo vive en el interior
de la tierra y es superior, en todos los niveles, a los hombres de la
superficie de la tierra. Además, se identifica con propósitos benéficos (aunque
esto no queda muy claro debido a las aparentes relaciones de Shambhala con el
régimen nazi) y estaría regido por el “Rey del mundo”, siendo depositario de
legendarias civilizaciones desaparecidas, como Hiperbórea, Lemuria, Mu y
Atlántida. René Guénon (Abd al-Wâhid Yahyâ), matemático, filósofo y metafísico
francés, convertido al Islam, en su obra ”El rey del mundo” examinó las
diversas tradiciones religiosas que confirman la idea de que las culturas
posteriores tienen un origen ario. Por otra parte, para algunos ocultistas, la
esvástica es el gran símbolo del reino subterráneo, que sería recogido por las
tradiciones iniciáticas orientales y occidentales, y, sobre todo, por el
budismo y el hermetismo.
En esta interpretación, dicho símbolo recrea la rotación del Universo en torno
a un centro fijo generador del movimiento. En esta misma línea se pronuncia
Helena Blavatsky, escritora, ocultista, teósofa rusa y fundadora de la Sociedad
Teosófica, y otros ideólogos que mostraron gran interés por Agartha y que despertaron
el interés del nazismo. Durante el III Reich se enviaron diversas expediciones
al Tíbet en busca de dicho reino subterráneo y aún hoy continúa ejerciendo una
gran fascinación el documental “El secreto del Tíbet”, basado en una expedición
nazi al Tíbet, que sigue siendo un indiscutible testimonio de unos años en que
el Tíbet era un lugar desconocido para el resto del mundo. El propósito
original de estas expediciones fue muy similar al que motivó la supuesta
expedición a Tiahuanaco, que se basaba en la creencia de que las montañas más
altas del mundo podrían haber sido el refugio, tras el diluvio, de una raza
aria primigenia proveniente de la Atlántida.