El Conocimiento Tradicional -con sus diferentes matices- reconoce al Círculo como Símbolo de la Eternidad. Es importante comprender por qué. En la filosofía tradicional que es cíclica y no lineal, la Eternidad no es concebida como el Infinito, noción que sobrepasa la manifestación porque lo que no tiene fin no tiene, evidentemente, comienzo. Por esta razón, no podemos, en nuestras especulaciones, aplicar el término Infinito más allá del Macrocosmos en su conjunto. La Gran Eternidad aparece entonces como el Gran Ciclo de la Manifestación, abarcando toda la escala de los Ciclos subordinados y, en consecuencia, de las Eternidades relativas; con todos los Tiempos, igualmente relativos. De ésta forma ella comprende el Comienzo -primer impulso creador surgido del Absoluto O y yendo hasta el Fin, es decir, la Consumación general y absoluta, a lo largo de la escala del Macrocosmos y englobando todas las condiciones relativas. El Amor surgido del Absoluto 0, después de haber completado bajo la égida del Absoluto 1 y por medio de la persona del Absoluto 11, toda la manifestación hasta sus últimos límites, en todos sus sentidos y en todas sus especificidades, vuelve a su fuente -enriquecido por la experiencia adquirida de un extremo a otro de la escala, comprendido en ello el reino del Absoluto III- al estado primitivo no manifestado en el seno de lo Inexpresable. Ciertas enseñanzas consideran este fin como un Aniquilamiento General. He aquí una aberración debida a la estructura psíquica de nuestro intelecto, incapaz de concebir nociones fuera del tiempo y del espacio, aunque en las especulaciones científicas y con la ayuda de las nociones matemáticas se alcanza la conclusión generalmente admitida, de la relatividad de uno y del otro. Se trata allí de una abstracción que llevada hasta el límite supera la imaginación que pueden pretender los humanos con el único medio de acceso que representa su personalidad en el estado llamado “normal” que está, ya se sabe, en un estado de subdesarrollo. Lo que antecede trata de la Fuente misma de la Manifestación. Así mismo, en el grado siguiente, es decir, en el primer grado de la Manifestación comprendiendo el Gran Ciclo, dicho de otra forma, el Ciclo de la Gran Eternidad; el espíritu humano se detiene, falto de la amplitud requerida para abarcarlo en su conjunto y tener de él una imagen que le permita adquirir la comprensión.
Se produce el mismo fenómeno cuando se intenta imaginar la Vida, es decir, la Manifestación en sus diversas formas que van de lo sutil a lo grosero, de lo dinámico hacia lo inerte y viceversa. En efecto, no vivimos entre las cosas y los fenómenos tal como ellos son en sí mismos, sino entre las representaciones que nosotros mismos nos hacemos de ellos con nuestros restringidos medios psíquicos. Es así que el mundo fenomenal que nos es accesible, sólo constituye una parte del conjunto, cuyo resto se nos oculta debido a nuestra incapacidad total para imaginarlo. Sin embargo, la solución de las grandes cuestiones que tocan lo más profundo de cada uno de nosotros, tales como: ¿Existen valores permanentes en esta vida, y si existen, cómo discernirlos? ¿La fidelidad a un ideal que llega hasta el sacrificio supremo, es una marca de heroísmo o de lo absurdo? ¿Cuál es el verdadero sentido de la muerte?, etc., sólo puede hallarse a partir de las nociones y circunstancias del mundo invisible, que no es percibido por la conciencia de vigilia del hombre exterior, incluso del más dotado y más culto. “Allí, dice el obispo Teofano el Eremita, ni la erudición, ni la dignidad eclesiástica sirven de nada”. Sólo después del Segundo Umbral es que este mundo comienza a descubrirse progresivamente ante los ojos maravillados del Fiel, por medio del canal de sus centros superiores. A propósito de las funciones de estos centros ya hemos citado estas palabras de San Isaac de Siria:
El alma, tal
como el cuerpo, tiene dos ojos; pero mientras que los ojos del cuerpo
ven, el uno y el otro, las cosas de la misma forma, los del alma las ven
cada caso en forma distinta: uno contempla la Verdad en imagen y
símbolo, el otro la contempla cara n cara.
Los que conocen Cuarto Camino comprenderán que allí se trata, respectivamente, del Centro emotivo superior y del Centro intelectual superior. Hemos dicho antes que el Círculo está considerado desde tiempos inmemoriales como el Símbolo de la Eternidad y hemos demostrado en qué sentido es necesario comprender el término Eternidad. Ahora nos falta determinar, a fin de poder abordar en forma útil el estudio de esta noción en su conjunto, el sentido esotérico de la noción de Símbolo, y por extensión el de Simbolismo. Remontándose al origen del término se ve que por símbolo, ou ppo Lo y, los griegos entendían las palabras y los signos con los cuales se reconocía los iniciados en los misterios de Ceres, de Cibeles y de Mitra1. Es dentro de este espíritu que el cristianismo ha aplicado el término de Símbolo al Credo de los fieles en el cual se distinguen tres versiones: la del Símbolo de los Apóstoles (siglo II), la del Símbolo de Nicea (325), que establece la naturaleza consustancial del Padre y del Hijo, y aquél que en el 380, viene a completar este último por la definición de la naturaleza del Espíritu Santo.
A partir del siglo pasado la palabra símbolo tiende a tomar una significación cada vez más amplia y a perder en creciente medida su sentido primitivo, helénico o cristiano. En la literatura moderna, por ejemplo, el Simbolismo aparece como una reacción al arte totalmente representativo de los Parnasianos. El símbolo es concebido allí como la expresión de la relación íntima existente entre dos objetos, donde aquel que pertenece al mundo físico se considera que evoca al que pertenece al mundo moral y alcanza las zonas más profundas del alma humana. Es así que la poesía de los simbolistas se compara a la música, donde el ritmo y los sonidos sustentan sentimientos y emociones que escapan al análisis.
Sin embargo, está claro que en este concepto el símbolo es admitido como un signo creado por el hombre con el propósito de facilitar la comunicación de sus ideas, sus nociones, sus impresiones y sus mensajes, cosas todas, que sean cuales fueran su refinamiento, se sitúan en el plano humano. Esta concepción deja una libertad ilimitada en cuanto a la creación e interpretación de los símbolos individuales. Sobre todo, tal creación, es sólo el fruto de la Personalidad humana subdesarrollada y desequilibrada, y esta clase de símbolos, así como el simbolismo al que dan nacimiento, sólo tienen como consecuencia un simbolismo totalmente relativo. Su aceptación por círculos más o menos grandes de seres humanos pertenecientes todos a la misma civilización se debe a una cierta uniformidad en la deformación de sus Personalidades, uniformidad que es el reflejo de aquella que corresponde a la instrucción y la educación. De esta forma se llega a menudo al hecho, bajo el efecto hipnótico de la Moda, que esta deformación sea deseada -entre las naturalezas débiles que quieren pasar por fuertes- y que tienen su origen en el terror de ser “superados”, terror que toma el carácter de una obsesión y engendra una “vanguardismo” de todas las naturalezas, tanto en el arte como en otras zonas. Pero en el sentido esotérico, los Símbolos siempre son revelados y siendo preciso su sentido profundo, no pueden sufrir una interpretación libre ya que expresan en palabras humanas, en esquemas u obras de arte, verdades objetivas alcanzadas en un estado superior de conciencia. Un símbolo esotéricamente válido podrá ser entonces parcial o totalmente comprendido, según el nivel de conciencia de aquél que se esfuerza por penetrar su sentido. De todas formas, la medida más o menos grande en la que sea aprehendido no cambiará el sentido general que quedará del mismo, sea cual fuere el grado de comprensión y no se prestará a una interpretación libre. No podría ser de otra forma ya que, como acabamos de decir, los símbolos revelados dan acceso a un mundo situado más allá del simple subjetivismo pero que rige las ideas y las nociones objetivamente válidas de las cuales ellos son la expresión. En otros términos, estos símbolos son mensajes, cuya transmisión no se hace del hombre hacia el hombre como en el caso de las escuelas simbolistas de los siglos XIX y XX, sino del mundo superior al mundo de aquí abajo con la intención de contactar a aquellos que están en busca de la Verdad. Cada símbolo esotéricamente válido encierra entonces en sí mismo una suma desconocimientos reales -de Gnose- que toca ciertos aspectos, hechos o leyes del mundo noumenal que escapa a nuestros sentidos; que al mismo tiempo ofrece una llave que permite acceder a su sentido profundo, integral.
En la enseñanza esotérica el sentido práctico de los símbolos va aún más lejos porque permite al buscador, que por medio de esfuerzos conscientes desarrolla en él nuevas facultades, controlar el progreso que ha consumado en la comprensión cada vez más amplia de los hechos que incumben al mundo noumenal y del cual cada símbolo es el intérprete. Tal es el caso del Apocalipsis, revelado a San Juan en la isla de Patinos mientras estaba ”extasiado en espíritu”. Este símbolo aunque el Apóstol lo ha traducido en un lenguaje humano, sólo puede ser completamente captado por aquellos que han accedido al nivel de conciencia del centro emotivo superior, donde el mismo San Juan tuvo la revelación. La inteligencia humana, es decir, la de la Personalidad -incluso la más refinada- en su estado ordinario, no podría comprender el Apocalipsis; porque la inteligencia humana, abandonada a sus propios recursos y sin el socorro de una formación esotérica metódica, es detenida por el muro infranqueable de lo Desconocido: el lgnorabimus de Virchow.
II
Ya hemos destacado la capital importancia desde el punto de vista de la filosofía esotérica, sin hablar de las matemáticas, del descubrimiento del Cero. El sistema decimal moderno y todo lo que se deduce de él, habría sido impensable sin la revelación de este símbolo. Los sistemas numéricos de los Antiguos utilizaban, en el lugar y colocación de las cifras, las letras de su alfabeto. En relación a lo anterior, el sistema romano representaba un progreso enorme, tanto por su simplicidad como por su universalidad. Sin embargo, en todos estos sistemas se encuentra en lugar del Cero, un hueco, un vacío: la nada. Aunque ya hemos llamado la atención de nuestros lectores sobre el hecho contrario, es una Integral de los Números, un núcleo del que surgen dos series: una positiva y otra negativa, perfectamente equilibradas, ya que por una parte van hasta + y por la otra hasta – m. Así, la fórmula ya indicada (Ver imagen) representa de hecho desde el punto de vista esotérico, el símbolo y la Manifestación. En su forma cíclica, esta serie se presenta así:
Conviene recordar que los árabes, quienes han descubierto -o sobre
todo redescubierto- el Cero, han extraído de él todo su sistema de cifras,
y
que la palabra cifra, que se encuentra en las lenguas europeas, no es más
que una deformación de la palabra árabe Sifr, que precisamente significa
Cero, porque es a partir del Cero que fue creado el sistema decimal árabe.
Reproducimos aquí el diseño geométrico del cual ha sido extraído el sistema
de cifras árabes:
Fig2
Ahora se
comprenderá mejor por qué en el conocimiento tradicional de
todos los
tiempos y de todo matiz, el Círculo simboliza la Eternidad.
Revelada
como tal, evoca entonces toda la Manifestación, del Alfa al
Omega, desde
el Comienzo al Fin, es decir a la Consumación.
Pero lo
simbólico del Círculo desnudo no se detiene allí. Indica el hecho
pero no
explica cómo la Manifestación, con todos los sistemas de los
Cosmos, ha
sido concebida y realizada. Este será el tema de los capítulos
siguientes.
Sin embargo, llamamos ahora la atención del lector sobre el
hecho de que
el sistema de las cifras ha dado acceso al álgebra (AL Djebr),
ciencia del
cálculo de las magnitudes representadas por nociones abstractas.
Esto
permitió al espíritu humano hacer un progreso decisivo, de innumerables
consecuencias, gracias al cual pudo pasar armoniosamente de las nociones
geométricas, fijas y estables por naturaleza, al dinamismo de los cálculos
superiores.
III
La
revelación del Círculo como símbolo de la Eternidad se remonta, decimos, a
tiempos inmemoriales. Sin embargo, han hecho falta milenios para que el
espíritu humano, abandonado a su inmovilismo, se haya vuelto capaz de
captar una nueva revelación que le hizo reconocer en el Círculo el símbolo
del Cero, del cual extrae a continuación un sistema de números que abarca
el Todo.
Es verdad
que antes de que los árabes descubriesen el Cero, los antiguos iniciados
sabían que el Círculo comprendía en él todo un sistema de símbolos
secundarios de donde habían surgido, por otra parte, los alfabetos
sagrados. De todas formas, sin aplicar a este sistema aquel de las cifras
decimales, el Círculo permanecía como una figura fija que daría la imagen
estática del Cosmos pero no reflejaría la pulsación de la vida, la cual es un
movimiento perpetuo. Para hacer aparecer esta pulsación es necesario pasar de
las concepciones “geométrica” estáticas a las concepciones “algebraicas”
dinámicas.
El esquema
anterior (Figura 2ª circulo con rombo) no podría representar mejor ese gran
progreso del espíritu humano: es precisamente al hacer recorrer allí su pluma
-y comunicándole al cero un movimiento- que el árabe alcanzó a edificar su
sistema de números y cifras a partir del Cero. Desde entonces le fue posible,
sin abandonar el pensamiento por representaciones que igualmente es propio a
los animales, cultivar mucho más aquél que se apoya sobre las nociones y que es
patrimonio exclusivo de los hombres. Y es así que éste pudo con el tiempo,
perfeccionar cada vez más sus medios de investigación y pasar progresivamente
en sus especulaciones de lo concreto a lo abstracto; dicho de otra manera,
esforzarse por alcanzar las fuentes del mundo fenomenal remontando de grado en
grado, la escala de las asociaciones de los efectos a las causas.
Desde
entonces, el progreso potencial del pensamiento humano no cesa de manifestarse.
Se sabe cuánto fue enriquecida la geometría euclidiana por la aplicación
del álgebra. Se abrieron nuevos horizontes: se llega a la trigonometría
plana y esférica, después a la geometría analítica con Descartes, al
análisis de los infinitesimales con Leibnitz, a la geometría no euclidiana
con Lobatchevsky, finalmente a todas las ciencias matemáticas puras y aplicadas
que, en conjunto, componen hoy el prodigioso arsenal científico moderno.
La división
tradicional de la circunferencia en 360 permanece irrefutada hasta el siglo XX,
en el curso del cual bajo la influencia del sistema métrico se avanza en la
idea de no dividir más el ángulo recto en 90 sino en 100 grados. Esta idea fue
seriamente debatida pero casi abandonada en razón de la imposibilidad
material de reemplazar de un solo golpe en el mundo entero los limbos de
los instrumentos de precisión de la graduación entonces en uso,
imposibilidad que inevitablemente hubiese tenido como consecuencia una
coexistencia de los dos sistemas y a partir de este argumento, los
defensores de la graduación clásica no aportaron en los debates, que
en cierto momento fueron muy animados, ninguna razón de peso y a fondo
en favor de los 360 grados. Una de ellas y que fue muy tenida en cuenta
era que el número 400 para la circunferencia entera era menos cómodo que
el de 360 porque sólo se divide por 2,4 y 5, mientras que 360 es igualmente divisible
por 3. En efecto, si se toma la serie de divisiones que van del 1 al 10,
se obtiene:
para 400:
1,2,4,5,8, 10.
ypara360:
1,2,3,4,5,6,8,9, 10.
En el primer
caso faltan entonces cuatro divisores: 3,6,7 y 9; mientras que en el
segundo caso sólo falta uno: 7. Es así que la idea de 400 grados fue
dejada de lado, y pareciera que de mala gana porque, actualmente, todavía
se evalúa, por ejemplo, a las pendientes en porcentajes más que en
grados. Sin embargo, la razón y el sentido de la división de la
circunferencia en 360 grados van más lejos que los argumentos anteriores
que son, por así decir, modernos. De esta manera sólo se retiene el
aspecto práctico de los números puestos en competencia sin tener en cuenta
el sentido filosófico y menos aún el esotérico, de la división de la
circunferencia en 360 grados. Ahora bien, esta división, le hemos dicho,
fue realizada mucho antes del descubrimiento del cero, mucho antes de
Euclides, probablemente -más adelante se verá por qué- por los sacerdotes
del antiguo Egipto. Se sabe que la conciencia geométrica es innata en el
hombre. Formando parte de la subconsciencia, ella es crepuscular, dicho de
otra forma, instintiva. Así mismo, existe también en los animales e
incluso, guardando toda proporción, en las plantas. Entre los numerosos
ejemplos que podrían citarse desde este punto de vista, mencionaremos
especialmente el de los castores que talan los árboles jóvenes a fin de
consolidar los embalses que establecen en los cursos de agua donde edifican
verdaderos poblados construidos de chozas de mampostería con tierra
apisonada, desviando las aguas por medio de una serie de canales; el de
las abejas, cuyas colmenas tienen una construcción geométrica en
hexágonos, y el de las hormigas, cuyas viviendas en forma de conos
regulares alcanzas a veces más de dos metros de altura. Y estos no son más
que algunos ejemplos entre miles de otros que testimonian la existencia de
la conciencia geométrica en animales de toda especie. En lo que concierne
a las plantas, su instinto de equilibrio geométrico se hace evidente
cuando se reflexiona en ello; y no olvidemos que el hombre primitivo sabía
construir chozas mejor que los castores: ignorante y analfabeto, aprendió
sin embargo a construir casas que no se derrumbaban. La residencia de
esta conciencia geométrica es común -en diverso grados- a todas las
especies que comprende la vida orgánica sobre la Tierra. No se encuentra
en el centro intelectual inferior ya que éste no existe entre los
animales, con mucha más razón en las plantas, sino en los sectores
intelectuales del centro motor, lo que es propio a todos los
seres vivientes a partir de las células. En la medida del desarrollo
progresivo del intelecto en el homo sapiens recens, la conciencia
geométrica instintiva y crepuscular ha ascendido parcialmente hacia los
sectores motores del centro intelectual donde participa -únicamente por
medio de una parte de su esencia, repitámoslo en la conciencia de vigilia.
Es así que el hombre Se sabe que la conciencia geométrica es innata en el
hombre. Formando
parte de la
subconsciencia, ella es crepuscular, dicho de otra forma, instintiva. Así
mismo, existe también en los animales e incluso, guardando toda
proporción, en las plantas. Entre los numerosos ejemplos que
podrían citarse desde este punto de vista, mencionaremos especialmente el
de los castores que talan los árboles jóvenes a fin de consolidar los
embalses que establecen en los cursos de agua donde edifican verdaderos
poblados construidos de chozas de mampostería con tierra apisonada, desviando
las aguas por medio de una serie de canales; el de las abejas, cuyas
colmenas tienen una construcción geométrica en hexágonos, y el de las
hormigas, cuyas viviendas en forma de conos regulares alcanzas a veces más
de dos metros de altura. Y estos no son más que algunos ejemplos entre
miles de otros que testimonian la existencia de la conciencia geométrica
en animales de toda especie. En lo que concierne a las plantas, su
instinto de equilibrio geométrico se hace evidente cuando se reflexiona en
ello; y no olvidemos que el hombre primitivo sabía construir chozas mejor
que los castores: ignorante y analfabeto, aprendió sin embargo a construir
casas que no se derrumbaban. La residencia de esta conciencia
geométrica es común -en diversos grados- a todas las especies que
comprende la vida orgánica sobre la Tierra. No se encuentra en el centro
intelectual inferior ya que éste no existe entre los animales, con mucha
más razón en las plantas, sino en los sectores intelectuales del centro
motor, lo que es propio a todos los seres vivientes a partir de las
células. En la medida del desarrollo progresivo del intelecto en el horno
sapiens recens, la conciencia geométrica instintiva y crepuscular ha
ascendido parcialmente hacia los sectores motores del centro intelectual
donde participa, únicamente por medio de una parte de su esencia,
repitámoslo en la conciencia de vigilia. Es así que el hombre ha podido
servirse de ella progresivamente según su buen grado y que esta facultad
geométrica intelectualizada preside sus actividades desde la edad de
piedra. Cultivada, permite más tarde el extraordinario desarrollo de
la arquitectura y las artes plásticas y representativas, manifestándose en
el arte de la guerra por medio de la táctica del frente oblicuo inaugurada
por Epaminondas, retomada por Filipo y después perfeccionada y
desarrollada por Alejandro el Grande. Se sabe que además del Círculo, la
primera de las figuras geométricas de base es el triángulo, especialmente
el triángulo equilátero. En el simbolismo esotérico esta figura juega un rol de
primer plano: en efecto, es el símbolo del principio del Ser (verbo) y del Ser
(estado, existencia, cualidad de lo que es, el verbo Etre en
francés, en forma sucinta, significa ser y estar en
castellano; por ello la aclaración del autor. Respecto al significado de Etre como estar, el
diccionario Larousse ofrece la siguiente definición: … “Estar para indicar una
situación en el espacio y en el tiempo o un estado no constante) y marca
los límites -alto y bajo- del esoterismo. Signo atribuido a los discípulos de
las Didescalías esotéricas, aparece en la cima de la escala de los valores
esotéricos bajo la forma del Delta, y todavía es completado en su medio con un
ojo radiante “que ve todo”, el símbolo de la Santísima Trinidad surgida de lo
no-manifestado, limitado por Su Manifestación.
Inscripto en
el círculo, el triángulo equilátero divide la circunferencia en tres
partes de 120 grados cada una. Siendo las únicas figuras, entre todos los
polígonos equiláteros inscriptos, que no se prestan al trazado, en el
interior de sus líneas, de otras figuras geométricas cerradas. Esto es
para retener. El Círculo, con el Triángulo y el Cuadrado inscriptos,
forman un símbolo de gran importancia esotérica y múltiples significados,
siendo el primero el siguiente:
CIRCULO – EL
ESPIRITU – (Pneuma)
TRIÁNGULO –
EL ALMA – (Psyche)
CUADRADO –
ELCUERPO – (HY le)
He aquí cómo
este esquema se presenta en la enseñanza cristiana
esotérica:
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