Por Hyranio Garbho
Lo que Grenze contó una vez a Agripa
Norithien constituye uno de los misterios más fascinantes del esoterismo arkhanen. Éste le fue comunicado a Agripa por su maestro Gabriel Grenze. De él escribe in extenso en su libro Diarios de un Iniciado. Según Agripa Grenze le habría contado una vez que las Glorias de La Noche retornarían en todo su esplendor y majestad en las tierras donde antaño floreciera Norithien, el nuevo reino de Thule. Para Grenze Norithien se habría hallado en el extremo inverso del planeta donde se hallara el Bosque de Neegal. Este extremo inverso coincidiría con la Patagonia chileno–argentina. De allí la importancia de ser Agripa (chileno) y Mirar (argentino) iniciados del esoterismo arkhanen.
En la opinión de Grenze la energía telúrica del planeta y la forma que cobra el paisaje en esas tierras habría llevado a los sobrevivientes de la antigua Thule a refundar allí su antiguo reino, la nueva Thule, la Thule de los confines de la Tierra (la Thule Finis Terræ), llamada también Norithien en las Bodas Arkhanen. El artífice de esta gesta habría sido un sobreviviente de la Atlántida (la Thule de los orígenes) llamado Lin, discípulo de Arpha, y alter–ego de Yrmion. La Ciudad de Lin, capital de Norithien (el Nuevo Reino de Thule), fue llamada Lin–Lin o Élelin en la antigüedad (prácticamente en la antigüedad de los tiempos míticos) y Ciudad de Los Césares por quienes la conocieron gracias a las crónicas de Francisco de César. Esta ciudad y este reino se habría hallado en la Patagonia chileno–argentino, a la altura de donde hoy se encuentran las ciudades de Osorno (Chile), Angostura (Argentina) y Bariloche (Argentina). Una información extraída de las crónicas de Francisco de César nos lleva a situarla en una región por completo distinta a la señalada por Grenze en esa primera época de su relación con Agripa.
Sabido es que Francisco de César y sus expedicionarios contaron haber hallado la Ciudad de Los Césares al interior de la pampa argentina, particularmente en la región de las sierras cercanas a la ciudad de Córdoba. Una secreta tradición cultivada esotéricamente situaba la mágica ciudad de Élelin en los 33º latitud sur. Según esta tradición la ciudad se hallaba enclavada y oculta en una región montañosa de muy difícil acceso. Ello llevó a Francisco de César y su comitiva exploradora a creer que había hallado la ciudad en las inmediaciones de donde hoy se encuentra Córdoba, en Argentina. Este enclave cumplía a cabalidad con los informes secretos de que disponía el expedicionario español. Cercana al paralelo treinta y tres, a los pies de un cordón montañoso (la llamada sierra pampeana), Córdoba, se ofrecía como el mejor escenario para interpretar sus claves esotéricas. Pero he aquí que éste no conocía entonces, porque no se había descubierto aun, los valles de un inmenso territorio situados a los pies de un auténtico cordón montañoso inaccesible. Era éste un enclave situado en los mismísimos 33º de la latitud sur. Los valles, donde luego sería fundada la ciudad de Santiago de Chile, interpretaban así, muchísimo mejor, las claves esotéricas para encontrar la mítica ciudad perdida de Los Césares.
Gabriel Grenze ignoró esto hasta poco antes de su muerte. Enfermo y conocer objetivo de su trágico desenlace, mandó llamar a su discípulo predilecto, Agripa, y le contó en detalles todo lo relativo a estos misterios. Le habló de ciertas claves secretas cuyo origen no estaba autorizado a revelar. Según éstas Norithien, el Nuevo Reino de Thule habría sido fundado por Lin–Lin en las cumbres de los Andes que pasan, exactamente, por los 33º latitud sur. Allí, en el centro del reino, se hallaría Élelin, la ciudad mágica que aparece y desaparece, residencia de Lin. Ésta habría sido La Ciudad de Los Césares que Francisco de César creyó hallar a los pies de las sierras pampeanas, y que otra tradición sitúa al sur del territorio chileno–argentino, en la mágica Patagonia. Esto habría contado Grenze a Agripa en las postrimerías de su vida. Y por eso Agripa habría intentado formar aquí, en Chile, con escaso éxito, círculos de estudiosos del esoterismo que cultivaban estos misterios. Agripa nos habló de esto también en el otoño de su vida. Y desde entonces he buscado infatigablemente las señales que corroboren lo testimoniado por Agripa sobre Chile, Santiago, y el reino de Thule que una vez, supuestamente, fue fundado aquí. Pongo ahora a disposición de todos los resultados preliminares de mi investigación. La mayor parte de ello es especulación pura; pero especulación no sobre la base de nada, sino sobre la base de un conocimiento alterno, cuyas claves no puedo aquí todavía revelar.